14 octubre 2010

� El color de los espejos

Mateo decidió por fin salir de su apartamento. Un lugar cálido pero que en ese último tiempo, se había vuelto lo más seco y agobiante. No atribuible al clima, sino a un estado de su mente. Un sobretodo se trepó a su espalda y su bolsillo derecho se vió invadido por una mano que comprobaba si en él, descansaba un cobre para soportar la salida. Abrió la puerta. Subió al ascensor y sin mirarse al espejo, esperó que esos tres pisos pasaran rápido. Salió de su edificio y comenzó el viaje hasta un bar. No sabía cual. Se dirigió hacia una zona que sabía los había a montones.
Por las calles veía parejas de la mano y una nostalgia le susurraba al oído. Deseaba que sus manos no se hallaran cálidas, escondidas en los huecos de su tapado. Las quería alegres entrelazadas a otras. Una pequeña mano de mujer. Un bocinazo tapó ese susurro y levantó su vista. Vió el bar indicado. Poca gente y luces bajas. Tranquilo. Lo que imaginó.
Pidió un aperitivo y se quitó el sobretodo. Se sentó en un silloncito color cafe y sus brazos se cruzaron apoyados en la pequeña mesa. Miró el lugar y la gente presente.
Suave, otra vez la nostalgia le susurró. Una pareja de veinteañeros se besaban sentados en la mesa más próxima. Se miraban dulcemente. Con admiración. Con mucho más que amor. El hombre levantó su mano y su índice recorrió la ahora sonriente mejilla de ella. Parecía que el tiempo no pasaba para ellos. Estaban sumergidos en una nebulosa que los apartaba del mundo físico. Estaban como ausentes. Eran sólo ellos en un dormitorio dentro de ese bar. La música se volvía la que ellos deseaban que fuera, los mozos eran sólo una brisa, los muebles sólo cosas que los estorbaban en su camino a abrazarse. Todo se volvia una gran fantansía. Su fantasía.
Mateo sonrió invadido por una envidia de esas sanas. Un regocijo producto de ver que aquello que el queria, podia ser posible. Ya llegaría el momento. Solo debía esperar que el reloj hiciera su trabajo.
El mozo le trajó su bebida y Mateo se recostó en el sillón. Bebió unos sorbos e intentó posar su mirada en la cantidad enorme de situaciones que ocurrían a su alrededor. Pero volvió a los novios.
Seguían ahí. Fundidos en uno. Disfrutando de sentirse cuidados. Tener a un amigo que pudiera entenderlos, hacerlos reír, acompañarlos en el peor o el mejor de los momentos y que luego de una apasionada noche de sexo, volaran por el cuarto preciosas frases del corazón, y no, enormes trozos de hielo seguidos del pedido de un coche para llevarse al cadáver del amor.
Mateo quería poder ver esa imagen reflejada en su espejo. Verse embriagado de ese tan atractivo elixir.
La cabeza de la novia giró en dirección a Mateo y lo sorprendió mirandola. Ella sonrió y miró a su pareja nuevamente. Mateo volvió a su vaso y terminó su contenido.
Se oyó una sugerencia de abandonar el lugar y los novios agarraron sus pertenencias y luego de pagar, caminaron hacia la salida.
Mateo, con una sonrisa y todavía con la nostalgia susurrando, los miró salir. Se fijó en todo su aspecto. Sus ropas, sus cabellos, el estado que proyectaban, su andar. Todo. Sólo para ver la forma que tenía el amor.
La puerta, acompañada, se cerró y los cuerpos desaparecieron de su vista. Miró el vaso vacío y pidió una recarga al mozo.
De pronto, la puerta se abrió y la novia entró. Se dirigió hacia la mesa de Mateo. El pensó que había olvidado algo en su silla, asique siguió mirando su vaso sin darle demasiada importancia.
Un trozo de papel apareció junto a su mano. Mateo levantó la vista sin entender y escuchó dos palabras llenas de pintura: -Llamáme bonito-.
El espejo, como muchas veces ocurre, se habia vuelto de colores.
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28 septiembre 2010

♥ As de Corazones

Incómodo. Deforme. No sabía que pensar. Desconocía si él estaba imaginando otra realidad que la que ahora se mostraba.
Levantó la mirada y encontró otra. Una jugadora que lucía experta ante los ojos de todos. Ocultaba fríamente sus cartas y sus intenciones de jugarlas.
En el póquer no gana el que mejores cartas tiene, sino el que mejor sabe jugar lo que aparenta tener. Las cartas se te presentan aleatoriamente de entre una baraja enorme. Nunca se sabe que puede tocarte, pero el secreto está en saber qué hacer con lo que resulta de ese enorme y colorido mundo de opciones. Algunas hablan de corazones, tréboles, palos y espadas...
Alan conocía el juego. O creía conocerlo.
La jugadora miraba a los otros jugadores con la misma intensidad con la que lo miraba a él. Esto lo desconcertaba. Dudaba. Sospechaba que algo tramaba. Algo tenía.
-Mierda- gritó Alan sin mover los labios. Su cuerpo retumbó pero ni un musculo movió.
Mordia su labio mientras hacía tronar su cuello. Inmediatamente miró a su costado y se dió cuenta de su error. Cada simple y minúsculo esfuerzo era, para el resto, una lupa sobre sus intenciones más profundas.
Volvió a mirarla.-Tiene el As de Corazones- se dijo Alan. Ella le sonrió pero con sus ojos. Unos ojos de color verde. Esos mismos que bajaron en picada para pedir otra opción al croupier. Un tirano que podía manejar el destino de cada juego.
Ahora más información volaba por el espacio.
-¿Qué tenía?¿qué quiere?- Se preguntaba Alan para sus adentros.
Los demás jugadores se habian retirado. Salvo uno. Uno que estaba presente pero no fisicamente. Jugaba desde lejos aunque cerca de ella. Solo se sabía su nombre. Nada más.
De pronto, la comunicación se cortó y ese jugador se perdió en la distancia.
Así de repente, se había vuelto un juego de a dos y solo dos.
Ambos se miraron. Alan movió suavemente su mano para mostrar juego y dudó. Otra vez más. Muchas veces había jugado este juego pero esta vez se sentía un principiante.
Agachó su cabeza, respiró profundo y relajó sus hombros. Juntó fuerzas y la volvió a mirar. Sin pestañar, dijo: Te amo.
Había mostrado sus cartas. Su juego. No sabía si era lo suficientemente bueno para ganar la partida. Se preguntó rapidamente que hubiera ocurrido si la comunicación con el último jugador no se hubiera cortado. No podía especular ni suponer. Ese pensamiento ya había quedado atrás. Debía mirar para delante.
Hubo un silencio sepulcral. Uno tan necesario para poner en palabras y movimiento lo que estaba por venir, que no era otra cosa que el comienzo o el fin de un juego.
Un juego de miradas, silencios y dudas. Una partida entre dos, que está afectada por ciertas cartas que se barajaron en un momento y lugar precisos, de entre miles y miles de opciones. Un misterioso juego que va más allá de las mesas, los paños verdes y las apuestas. Es el dulce juego del amor.

13 septiembre 2010

┼ El día que Nietzsche cambió

¿Cómo terminar algo, que no sabes donde empezó?
¿Cómo empezar algo, sin saber lo que quieres?
¿Cómo encontrarte, si estoy perdido?
¿Cómo adueñarme, si soy un mendigo?

¿Cómo jugar, si no hay reglas?
¿Cómo amar, si aún no tengo el par?
¿Cómo cumplir, si no hay recompensa?
¿Cómo perfeccionar, sin entrenar?

¿Cómo bajar la ansiedad, si mi apellido es obsesión?
¿Cómo confiar, si está de moda el imbécil?
¿Cómo salir a trabajar, si aún llevas camisón?
¿Cómo relajarte, si nada sale fácil?

¿Cómo conseguir paciencia, si hoy es una reliquia?
¿Cómo jugar limpio, si nadamos en basura?
¿Cómo sentirte libre, si dependes de un otro?
¿Cómo endulzar, si hay tanta amargura?


¿Cómo estudiar, si no te gusta?
¿Cómo desear suerte, si tú crees no tenerla?
¿Cómo ilusionarte, si ella significa distorsión?
¿Cómo saber, si todo en ti es confusión?

¿Cómo perder el tiempo, si lo llevas en tu muñeca?
¿Cómo respetarte, si saludé y en silencio seguiste?
¿Cómo preguntar el cúando, si no sabes el qué?
¿Cómo responder el cómo? Si sólo tienes un porqué.

“Aquel que tiene un porqué para vivir, puede enfrentar todos los cómos” Friedrich Nietzsche.

11 septiembre 2010

↕ El saber de saberte sabio

No sé qué era lo que sabía.
Sé, hoy, qué quiero y cómo lo quiero.
Alguien quiere saber qué era lo que sabía?
Saber que sé, me hace saber, quizás, lo que sabía.

¿Alguien sabe?
¿Qué pasa si sabía algo que ahora no sé?
Contame qué sabía. Dejame saber. Sé que lo supiste.
Igual, mañana, voy a saber lo que no sabía el día que supe.

¿Sabré reconocer el día que supe del día que no sabía?
¿Sabré diferenciar lo que sabía de lo que supuse que sabía?
¿Quién supo algo que yo no sabía? ¿Quién sabe algo que yo no sé?

Odio no saber lo que sabía. Ese “no sabía”, se convierte sabiendo, en mi saber de mañana.
Sabiendo todo lo que no sabía, me vuelvo cada día más sabio.

Cuando muera seré muy sabio.
Pero no porque descubrí que sabía.
Sino porque entendí, que el saber no es aquello que nunca supe, no sabía o jamás sabré.

El saber es el saberte lo suficientemente sabio para distinguir entre hoy, mañana y pasado.

                                                                                                                                                    `

04 agosto 2010

♠"Del otro lado del rio" - Extracto

[En el bolsillo de su pantalón, sentía el roce de un sujetador de cabellos. Era de ella. Una turista del otro lado del río. La vueltas del destino y los vericuetos del amor concreto, fonzaron su encuentro. Solo les dio una probada de lo hermoso que hubiera sido. Ella debía regresar. Sin importar los riesgos del enamoramiento prematuro, profundizaron su relación. Un encuentro de mutuo acuerdo que permitió abrir sus almas y desnudarse vestidos.
Conocían los peligros. Conocían que se encontraban en un ruta que conducía a ninguna parte, pero disfrutaban enormemente su recorrido. Un suerte de masoquismo gustoso y cruel en su última parte..][....el sabía muy bien que único barco que podía rescatarlo de ahogarse en este mar de sentimientos, era que ella volviera. Que por sólo una vez, el destino le ordenara recuperar sus pertenencias....]

♣"Un colectivo"


Montados en cuatros ruedas, dos ojos miran otro par. Se fijan mutuamente. Por sólo un segundo.
Los últimos, se dieron cuenta de esta dulce sorpresa. Los primeros, luego, se pierden. No quieren perderse, pero saben que deben hacerlo. Conocen la entrada y la salida a este laberinto pero se vuelven ciegos por un miedo idiota, y huyen entre los muros. Simulan posarse en la ancianidad, la pobreza, el trabajo o simplemente en los gigantes de cemento y arena que van pasando a través del recorrido. Se dispersan, pero algo los atrapó. Saben que deben ir por ese trocito de queso, como un ratón a una trampera, aunque al final la crueldad hable por sí sola.
Miran nuevamente. Los segundos se mueven, y ellos van detrás. Miran pausadamente cada centímetro de sus formas, sus secretos, sus poses. El par víctima, nota que los otros son tiernos e intrigantes. Aunque no son ellos. Son farsantes. Imitadores de lo que realmente son. Son otros. Aunque se presenten, ahora, con distintas vestiduras. Sin embargo, le gustan. No se quejan de su disfraz.
Al unísono, deciden ir a una batalla frente a frente, pero dura lo que un estornudo. No hubo heridos, ni balas, ni cañones. Sólo se pararon, ambos pares, y decidieron no batallar. Escaparon. Salieron ilesos de esta batalla pero, como bien se dice, aún quedan guerras por librar.
Ese formal primer encuentro fue de gran utilidad. Se logró un reconocimiento del terreno y las expectativas del contrario. Aunque veloz, se dió por entendido qué buscaba cada uno y qué estaba dispuesto a entregar para conseguirlo. Cuanto sudarían por cruzar la barrera del pudor y lograr desangrar en llanto y alegría a ese par de cristalinos y transparentes contrarios.
El último par en montar, el primer atacante, se fue de viaje hacia una esquina del noreste. Se quedó a dormir ahí, por un instante. Durmiendo, se preguntaba si podría ser posible vencer a su oponente. Hacerlo caer. Ese sueño, no le borraba el recuerdo que él ya tenía un dueño, y que éste, lo esperaba en casa. Tranquilo. Sedado. Confiado. Sin dotes de detective privado. Solo un dueño común y silvestre, que nunca creía que su par, aquel pardo par de ojitos suyos, podía hundirse en otras profundidades.
Siguiendo las leyes de la reflexión, aquel que dueño tenia, acudió a otro punto de vista. Uno antiguamente conocido por muchos. Sócrates lo recomendaba y fue escuchado. Una copia de su haz pero con otra perspectiva. Los víctima, sospechaban, pero les gustaba ser apreciados. Hacerse desear. Sabiendo que su batalla era fácil de lograr con un minúsculo esfuerzo. Pero empachados al regreso de una gran banquete en el palacio de Narciso, preferían los aplausos por la victoria antes que haber siquiera combatido para obtenerla.
De pronto, el ruido agudo de un timbre resonó en los vecinos del par último. Se sintieron idiotas y confundidos. Pero gustosos de esos aplausos, también. Se levantaron y descubrieron a sus retadores bajando una colina y montando, ahora, un cuerpo que comenzó a caminar, perdiéndose en la oscuridad.
El par víctima siguió su viaje, sabiendo que perdió las batallas, también la guerra y se lleva sólo un trofeo: los aplausos de un buen gusto, quizás vacíos, pero que alimentan su alma hasta encontrarse acostado, bajo esa hora que indica el momento de cerrar sus persianas.

 Larguitas y a la rodilla (un tentempié entre escritos)

  • "Prefiero la cruda verdad antes que una mentira bien cocida"
  • "No caigas en brazos equivocados. Solo recúestate en ellos".
  • "Veo caras y biromes pero no veo aceptación".
  • "Devolviste mi mirada como si estuviera fallada".
  • "Uno es paciente pero el médico nunca llega".
  • "Si eliges no ver, tus ojos no son los culpables".
  • "Me va bien en aquello que no me interesa. Me interesa aquello en lo que no me va bien. Al final, es sólo una cuestión de interés".
  • "Un título es sólo la certificación de un esfuerzo. Un talento titulado es otra cosa".
  • "Te ví y me llevé una sorpresa. Pasé un día preso porque me la había llevado sin pagar".
  • "Las llamadas perdidas ¿tienen su rincón de luz o vagan por las calles?"
  • "Hacer reír a un niño sólo es comparable con aquellos mayores placeres que la vida puede darte".
  • "Siempre es mejor arrepentirse por algo que hiciste que por algo que no".
  • "El placer ha sido todo de ustedes".
  • "Rutine keeps your mind from digressing".(The air I breathe)
  • "Dame y date una oportunidad de tener una segunda primera impresión".
  • "Dime quién eres y te diré porqué andas con quien andas".
  • "Si te engaño, te pierdo. Si te cuido, te tengo". 
  • Dos cuerpos templados en silencio. Mirando hacia arriba. Acostados. Mirando hacia adentro. Sabiendo que a pesar de haber tenido sexo pasional, ambos dos se sienten vacíos.Dos desconocidos que no quieren serlo. Estarían gustosos de poder tejer una relación que nació y morirá huerfana. No hay vuelta atrás. Los encuentros seguían y seguían pero ellos sabían que sólo era un dulce recuerdo futuro y repetido.

03 agosto 2010

♦"El calor de la comodidad"

Crecer duele. Uno es mariposa y quisiera volver al capullo. Al calor de la comodidad, de la niñez donde el esfuerzo por la búsqueda de un futuro cierto y consistente es apenas un embrión.

Quizas no queremos volar de flor en flor como toda mariposa. ¿Qué pasa si nuestra ambición es llegar a una altura alcanzada por pocos? Aquella que nos libere de nuestro "deber" de mariposa y nos deje volar como un cóndor, sabiendo que solo contamos con un día. Un día. Significa no vivir un cambio de estación, no mirar una puesta de sol por segunda vez o no presenciar algunos placeres anhelados por todo ser racional; pero ese día, esas pocas horas de luz y oscuridad, serán para nosotros un dulce banquete de manjares. Una campaña emprendida contra los prejuicios, los miedos, los pesimistas, los cobardes, los débiles, y porque no, contra esa parte de nosotros que no cree en nuestro viaje.

Esos que más han volado nos prestan sus ojos. También sus cuerpos. Pero no saben como es volar hoy. Ninguno persigue con tanta perseverancia nuestro ideal de vida.
Comentan su imposibilidad: esfuerzo sobreinsecto, ráfagas de viento sudeste y una selva cínica y desconocida.
¿Y qué si tenemos éxito? ¿Que pasaría si elegimos ignorar los peligros latentes y volar solos? Enfrentar cualquier obstáculo y esperar lo que dure nuestra corta vida, esa corriente de aire caliente que nos eleve a aquel cielo de estrellas marmoladas habitado por esos monstruos alados. Aquel empujón al vacío que nos obligue a aletear tan fuerte que nos pensemos próximos a desaparecer.

Hoy, la vida me arrincona y el viento es nulo.

10 febrero 2010

§ El economizador de virtudes

La paciencia es una virtud importantísima para la vida. Su valor es incalculable y es muy difícil de hallar. Algunos tienen la suerte de tenerla pero se encuentra dormida en un lugar recóndito de sus personalidades. Si nunca despierta, estamos ante un problema. Nosotros, porque sufrimos esta larga siesta y ellos, porque descubrirán o no, que se necesita hoy o en algún momento de su existencia y deberán despertarla como sea.
Primero nuestros padres deben tenerla con nosotros. El término es confuso. Tener paciencia. Casi como utilizarlo para una descripción física como tener el cabello largo o los brazos flacos.
Cuando somos pequeños, nuestros procreadores deben construir y reforzar su paciencia. Llantos interminables, descontrol de esfínteres, desacatos y desordenes materiales.
Toda esa paciencia puede existir porque cuenta con una indispensable base que es el amor. Cuando uno ama puede darse el lujo de tenerla a montones, casi proporcionalmente a la cantidad de amor que se tiene, si pudiera este medirse.
Cuando la paciencia supera este amor, el conflicto es inevitable en muchas ocasiones.
El gran pensamiento que resulta de este análisis es una pregunta que hoy cuesta responder:
¿Cómo reencontrarnos con esa paciencia que fuimos alimentando por años, y nos han inculcado desde pequeños entre otra cantidad innumerable de principios, cuando no hay amor?
¿Qué pasa cuando “debemos” tenerla para que una relación transitoria sin cariño alguno o siquiera una afinidad evidente, pueda sobrevivir bien sea con respirador artificial?
Un empleo enseñando a personas anticuadas sobre el uso de una tecnología de punta que para ellos es comparable con la teoría de la relatividad, la convivencia con seres desconocidos durante un viaje de desconexión a alguna parte lejana o aquella interminable demora que se genera por ver caer los millones y millones de granos de arena de este reloj que indica el comienzo de nuestro momento, ese momento que vendrá y será el primero de tantos, de lo que creemos nuestro sueño de vida.
El mundo de hoy, nos acostumbró a esto: una estúpida comodidad, una economizacion de virtudes donde si es mas fácil no tener paciencia, es mejor. La mochila que se carga se vuelve más liviana y fácil de transportar. Y así con otro montón de valores y principios que nos conviene guardar en un altillo llenándose de polvo, para evitar un dolor de espalda.
Quizás el mundo es un niño malcriado, que necesita una enseñanza bien forjada para reencontrar su camino. Si todos cargaríamos un poco más nuestras mochilas, quizás seria un mundo mejor.
Hernias, dolores, y otras molestias deberíamos soportar, pero sería un trabajo de todos y no de algunos pocos.

º El diamante más precioso del mundo


Los dientes apretados. Los ojos desorbitados mirando a ningún lado, junto a una elevación de cejas haciendo que la frente se llene de arrugas. Inmediatamente una mordida del labio inferior acompañada de la pasada de una mano o dos entre los cabellos para luego sujetar la cabeza.
El común y repetido ciclo de movimientos que se presentan cuando la impotencia nos ataca. Una impotencia asquerosa que permanece en nuestro ser sin permiso, alquiler o modales. Nos invade.
Un hecho da la orden y ésta ataca: en este caso, el hurto de nuestro esfuerzo de años, nuestra identidad, nuestros cobres, nuestros recuerdos y otras cosas muy cercanas a nosotros  que usualmente duermen en nuestros bolsillos.
-Con que impunidad nos alejan de todas esas cosas-  Alan pensó para sí, con mucha violencia.
Caminaba por la calle luego de un intento de ir al cinematógrafo y comprobar, desanimado, que la cantidad de gente presente en las filas de la boletería le impediría llegar a tiempo a la próxima película.
Volvía a su hogar prestado ubicado en el centro de la ciudad costera de Mar del Plata presenciando una estampida de gente recorriendo las calles en todas direcciones. La acción de “caminar pacíficamente” no se cumplía en absoluto.
Se generó un cuello de botella en una vereda y la gente empezó a amontonarse. Como por instinto, tocó su bolsillo de la mochila y descubrió lo peor:  su billetera había desaparecido segundos antes de encontrarse en la carótida de ese cuello.
Un miedoso, poco comprometido individuo detrás suyo, le dio aviso que alguien había robado sus pertenencias: era una clase de escoria con un ropaje color blanco. 
Alan soltó lo que llevaba.  Escuchó un grito de dolor que provenía de una señora mayor que fue golpeada por el objeto que había dejado caer. En otras circunstancias, habría pedido perdón sutilmente como era su costumbre cuando, sin quererlo, golpeaba a alguien por la calle. Pero no estaba en otras circunstancias. Corrió hacia atrás. Su cerebro ordenó el  movimiento, por instinto, de cruzar la calle. Esta orden era guiada por una desesperación lastimosa de esas que cortan el aliento  y no por una lógica fundamental.
Momentos de claridad y tranquilidad escasearon y no se hicieron presentes, lo que generó el gran error de no preguntar ni las coordenadas exactas de la huida del malviviente ni más características físicas.
Alan corrió pero el blanco, esa noche, era tan común como el ruido de los automóviles. Intentó explicarle a un policía ubicado a metros del lugar pero solo balbuceó unas palabritas inentendibles que fueron la consecuencia de un minúsculo momento de claridad relacionado a la falta de datos del silencioso atacante y a la inoperancia policial que Alan experimentó y conoció en episodios anteriores.
Volvió sobre sus pasos para solicitar más datos a este miedoso caminante que avistó el hurto pero no lo pudo encontrar. Se había ido. Rápidamente paso por su cabeza el móvil del no-compromiso, de este poco involucramiento de la sociedad para con hechos delictivos que afectan a terceros.
Recordó a Da Vinci diciendo que aquel que no castiga el mal, ordena que se haga. Este hombre era un cómplice. No podía creer como esta persona habiendo visto el hurto en proceso prefirió no hacer nada.
Callar. Solo un aviso tímido deseando que el atacante no lo hubiera oído sino vendría por él.
Alan recordó el NO TE METAS  que tuvo nacimiento en el 78 y, ahora, era un lema famoso y seguido al pie de la letra por la gran mayoría de las personas adormecidas en un sueño idiota y egoísta.
Un hombre obeso con cara de buena persona recomendó a Alan buscar en los basureros cercanos. El procedimiento común de estos carteristas era despacharse lo que podían y descartar la billetera y otros residuos, para ellos considerados inservibles pero para las victimas quizás de gran valor, en los tachos de basura.
El mundo de Alan daba vueltas como un carrusel fuera de control. El ciclo de movimientos generados por esa impotencia tomó lugar. Una y otra vez. Su pecho se veía agitado pero no por un esfuerzo físico sino por un esfuerzo mental. La desesperación modifica el cuerpo y lo vuelve una bola de nervios y agitación.  Así como ese estado mental de libertad de hacia unos días aplacó el cansancio de su extensa corrida, ahora lo convertía en agotamiento sin siquiera correr una calle.
Toda la educación y los buenos modales fueron secuestrados de la ya formada y nutrida personalidad de Alan. Antes hubiera agradecido y hasta charlado un poco más con este consejero obeso, pero sin pensarlo, recogió las cosas que había tirado en el suelo antes de su persecución fallida y comenzó a recorrer los cestos de las cuadras próximas.
Uno. Dos. Cuatro. Diez. Nuevamente el numero dos. Alan volvía sobre sus pasos sin darse cuenta.
Cada cesto que revolvía con las manos desnudas, sin guante ni protección, lo sumergía más en una aproximación al entendimiento de la vida de un cartonero. Aquella persona que vive de la basura y ésta es su único recurso u oportunidad de engañar a su desempleado estómago. En una ocasión, un cesto se encontraba justo detrás de las mesas de un bar con salida a la calle. Revolvió con una pequeña esperanza de encontrar sus pertenencias y de pronto sintió unas fuertes puntadas en la nuca: eran las miradas de los comensales que, teniendo ellos su panza casi llena,  dejaban ver una sonrisa de rechazo y cuasi pena ante esta triste realidad que mostraba la república en la que viven. Alan podía ser considerado un loco y no un cartonero. Su ropa estaba impecable, al igual que su peinado ese día. Por eso la incompatibilidad de imágenes.
Una madre al ver a Alan entre la basura, acercó a su hija pequeña a manera de protección.  Mas allá de su estado, Alan podía reconocer que esta experiencia era realmente enriquecedora para comprender la otra realidad que el nunca había vivido.
Se alejó un poco más del lugar del robo. Siguió con los tachos y lo que contenían. Volvió al lugar del hecho y nada. No había manera. Dándole un susto,  su celular sonó.
-Alan, ¿donde estas?- preguntó su amigo Rodrigo. Alan ese día había salido sólo porque sus amigos no les gustaba salir por la tarde y el único que lo acompañaba ya había regresado a su hogar.
-Me acaban de robar. Ahora voy para casa. Quédense tranquilos. Estoy bien.- Respondió sin ganas de seguir hablando.
Contesto un par de preguntas más y contó la comunicación.
Alan volvió a la casa sin desaprovechar la oportunidad de mirar en los cestos que se encontraba en su camino. De repente, vio un acomodador de autos en la calle. Los apodados “trapitos”. Sintió una violencia descomunal. Quería pelearse con cualquier clase de gente que infringiera una ley como estas personas que se apropiaban de la calle con una impunidad odiosa. Algún idiota que ocupara la senda peatonal con su auto, alguno que lo chocara en la vereda sin mirar y luego no pidiera disculpas, algún policía con auriculares escuchando radio en servicio, o algo por el estilo.
Hubiera ido preso por unas horas pero al menos su descarga habría valido la pena para desechar esa toxina que aún recorría sus venas.

Luego de comentarlo con sus amigos siendo víctima de un consuelo y una maniobra cuyo único fin era tranquilizarlo y relajarlo, Alan recordó que su boleto de vuelta a su ciudad natal también había sido robado.
Al cabo de unos minutos más relatando el episodio a sus amigos, fue rápidamente a un local pertinente y mientras esperaba ser atendido, vió algo que lo alegro muchísimo y contrarresto esa llamada mala sangre que sufría: un niño de unos 2 años estaba caminando por el pequeño local con aire juguetón y una cara bien picara. Su madre miraba su recorrido asegurándose que no se golpeara ni molestara a los pacientes. La puerta se abrió y entró una familia con un niño de la misma edad y estatura. Las familias no se conocían, como tampoco los niños.
Los pequeños se miraron un segundo y el primero tomó la iniciativa y fue directamente a abrazar al otro. Se abrazaron como dos amigos que hace años que no se ven. El segundo en llegar, recibió este abrazo con gran dulzura y respondió el saludo con un golpecito en la espalda. El de cara picara, se alejó un poquito y le dio beso en la mejilla con tal cariño y de una pureza tal, que Alan no pudo evitar sonreír ante la preciosa situación que sus ojos veían. Un momento mágico. Maravilloso. Generador de pensamientos de esperanza relacionados a que, aunque sea los niños, pueden interesarse por otras personas desinteresadamente siendo dueños de una bondad y un compañerismo tan brillante como el diamante más precioso y caro del mundo entero.
Alan siguió apreciando el juego de estos dos maestros.  A su edad ni siquiera eran alumnos  pero él sabia que habia cosas que enseñaban y la gente no se percata. La gente común, la gente necia que piensa que son solo niños.
Por suerte, su pasaje pudo ser reimpreso y su vuelta al hogar estaba asegurada.
Alan caminó despacio recordando esta imagen que se llevó. La imagen de dos púberes mostrando que el presente estaba malcriado y que ellos tenían una llave, un elixir que si era bien administrado, podía cambiar ésta podrida cabeza común, reeducando los intereses y permitir, en un futuro no muy lejano, compartir algo más que una vereda.



28 diciembre 2009

Ж "En tránsito" - Fragmentos -


[...Salté el charco. Aún estoy en el aire esperando caer. Yo sé que es tierra firme pero mi miedo habla por sí solo y me dice que es un abismo negro como la noche del que nunca podré volver...].

[...La pared pide mi cabeza. Es eso que tus miedos tambien piden. Pero no quieres darles el gusto que se cumpla tal rareza. Solo debes vencer a esos cobardes pesimistas sobrepasando toda expectativa, cultivando esperanza en tu cabeza repitiendote: Nadie podra detenerme, nadie podra determe...]


[...nos miramos entre todos. Deseándonos lo mejor. Mostrando a flor de piel ese amor que se ha acumulado en nuestros corazones durante todos estos años. Nos preguntamos si seguiremos aquí, que será de nuestras vidas, si cumpliremos esos sueños tan inalcanzables que decidimos perseguir y montones de preguntas que solo el destino puede contestar. Creyéndonos una pequeña y redonda partícula girando dentro de la gran ruleta de la vida, no pudiendo prevenir ni esquivar ese casillero que esta específicamente diseñado para nosotros y para nadie más.  Ahí. Ese lugar. Quizás esta loca ruleta siga girando. Quizas saltemos de casillero pero hoy no podemos contestar esas preguntas. No solo porque no tenemos las respuestas. Solo trozos de imaginacion, meras hipotesis. Sino porque decidimos quedarnos con ese momento tan especial de una reunión familiar. Una reunion donde, mediante un gran banquete, no se tocan temas delicados y grandes conflictos. Solo se disfruta de ese momento dejando que el reloj haga su trabajo lo mas lento posible, estirando esa felicidad que para algunos, es de lo mas lindo y cariñoso de un duro y largo año...]

04 noviembre 2009

▓ "La costumbre de sentirse acostumbrado"


Cerré mis ojos y ahí estaban. Todos ellos. Pude distinguirlos como si fueran nuevos. Raros. Originales. Esa enorme cantidad de ruidos y sonidos que siempre oí pero nunca escuché.
Es increíble como podemos acostumbrarnos a la costumbre. Todos nuestros sentidos se duermen en un sueño profundo donde rara vez se reconocen vívamente abiertos a nuevos horizontes. Nuevos estímulos. Quise despertarlos. Despertarme, sin importar que el sol se encontrara en su punto más alto golpeándome la tapa de los sesos.
Estos no eran nuevos para mí. Eran ancianos conocidos pero que si uno aprende a escucharlos, cada uno tiene su historia.Algo que los vuelve dulcemente vivos.
Luego de cerrar mis ojos y conectarme conmigo mismo, con mis sentidos más primitivos, aquellos que nos fueron entregados por quien sabe quién o qué, logré discernir sus formas.
Un ruidoso motor haciendo un gran esfuerzo pasando a lo lejos, un pie calzado raspando el pasto a su paso, murmullos caminando sobre mi espalda, la charla cotidiana entre dos palomas, el viento acariciando las hojas haciendo que las ramas que las sostienen aplaudan su fugaz soplar y el rechinar oxidado de una bicicleta cuyo dueño pedaleaba cansadamente. 
Por culpa de este viaje, los otros sentidos se contagiaron de esta linda enfermedad de volverse a afinar. La imaginación, reestableciendo su amistad con la vista y sus experiencias pasadas, despegó. Lenta pero segura, comenzó a imaginar los responsables de estos ruidos: un colectivo rojo cubierto de restos de barro y polvo de una línea en particular lanzando una humareda negra por su trasero, un zapato de cordones desatados con suela gastada pero reluciente punta, dos señoritas de aspecto pesado, cuerpos hinchados y anteojos de sol, dos palomas ordinarias, los tipos de hojas y árboles y un obrero de 45 años con manchas de grasa en su rostro, una gorra mirando al sudeste y unas manos secas y enormes.
El olfato, abriendo ficheros, buscó esos olores que la imaginación se encargó de comunicarles a él y al tacto. Este último, recordó la frescura de la cabellera del piso, el empalagoso resbalar de la grasa en la piel y el cruel tirón de arrancar una hoja de su hogar.
Los sentidos son nuestra mujer. Nuestra pareja. Si no se los alimenta constantemente, la relación se desgasta y se vuelve una rutina insoportable. Hay que regalarles flores, mimarlos, llevarles el desayuno a la cama y, cada tanto, tomar un respiro juntos y emprender  un viaje a nuevos destinos. Esas caricias hacen su efecto y purifican nuestro ser. Lo convierten en un vehículo a estrenar sacando de circulación esa vieja chatarra que teníamos como transporte. 
Los sentidos se acostumbran, al igual que las personas. La diferencia es que la costumbre vuelve a los hombres quejosos. Los sentidos sufren en silencio.

26 octubre 2009

Ω"En el disfrute está su velocidad"



Vemos a un hombre de unos 35 años bajando una escalera. Viste un traje costoso, sombrero, y está fumando un cigarrillo. Se detiene al pie de la escalera y se sienta de espaldas a la gente frente a un gran espejo colocado contra una pared. De esta manera, a través del espejo puede dejarse ver por el público. Silencio. Disfruta de su cigarrillo. Mira a la gente por el reflejo.

- El tiempo. Lo definen como una magnitud que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro.
Algunos lo tienen y no saben administrarlo. Otros no lo tienen, y no se ingenian donde encontrarlo.

Se pone de pie y arrastra la silla junto a la mesa de frente al auditorio.


-Mis palabras, ocupan un espacio de ese tiempo. Que da la maravillosa casualidad que, ahora, también es el suyo. Y yo lo estoy perdiendo. Estoy perdiendo su tiempo. Algo que se supone debería mostrarles, o decirles, en fin, algo nuevo. Un trozo relevante de una oración o un dicho que justifique mi llegada. Y su presencia.
Uds., inertes, no saben donde buscarlo o adonde se va. Pero se diluye. Y se supone que estoy aquí para entretenerlos. (Silencio) Entre – tenerlos. ¿Tenerlos? Yo no los tengo. Ni quiero. No quiero perder, ni encontrar, ni tener nada que ver con su tiempo.
(Risas) . Ni tampoco el mío.
Una mujer ardiente puede quitártelo o hacer como que éste estuviera montado a un caballo de carreras. Una historia de algún anciano de aquellas guerras pasadas o el largo camino de Henry Ford hasta su primer automóvil.
A algunos jamás les llega. Lo esperan como una doncella espera a su amado en una estación de tren. Lo lamentable, es que los tiempos de arribos y partidas están en una pizarra, escritos por alguien más. Designados, mejor dicho.
Es como algo que maneja nuestras vidas. Mi vida.
Así pienso yo. ¿Un error? Puede ser. ¿Misanderstunding? Quizás. ¿Un Getanzt.? Kann zusammensetzen.

Mira al público. Comienza a gesticular sin emitir sonido. Cada vez más. Se pone de pie y comienza claramente a transcurrir un camino interno de alguna situación difícil para el. Una confesión quizás. Dejan escucharse solo algunas palabras de toda su declaración.


(Uds. no entienden como me siento. Yo estoy solo. Solo en este mundo ingrato e infeliz donde nadie da nada y todo fue por ella. Si solo me hubiera amado y me hubiera correspondido hoy no estaría así. Que se pudra en el infierno. La esperé. Dios sabe que la espere. Espere tanto que volviera que decidí jugar con el tiempo. Todo por él. Para poder definirlo y saber cuanto esperé. Lo capitalicé. Lo atrapé. El. El no se dejó. ¿ Por que tengo que ver ese paraguas todos los benditos días? (muestra un paraguas colgado de la baranda) Pero lo logre. Y ahora Uds. me acusan con su mirada ¿Que se piensan mejor que yo? ¿Piensan que tienen más oportunidades que yo solo porque lo tienen, porque conocen como es y cual es su límite? Yo lo conozco mejor que nadie. Lo conozco mejor que nadie. Como la palma de mi maldita mano.


Pega un grito mudo y luego con sonido. Se sienta. Fuma una pitada y mira al publico. A cada uno de los espectadores.


- Mírense. Mírense y escarben muy adentro. ¿Que ven? ¿Que hay en Uds. que no lo hay en mi? Ambiciones. Yo veo ambiciones. No puedo discernir si son se prestigio, de poder, de éxito, o simplemente….
¿Será mi tiempo una deuda que voy pagando en cuotas? Tanto me costó obtenerlo que ahora debo devolverlo con gigantescos intereses. Yo me apropie de él. Pude manipularlo y capturarlo dentro de un pequeño artefacto definiéndolo solo con el movimiento de 3 agujas metálicas. Eso me hizo poderoso. Pude generar bombas de tiempo, establecer la hora exacta en que las campanas de redención sonarían y cuando empezaría un día y terminaría el otro. Y fue en ese momento que definí los contratiempos. La palabra misma deja mostrar un significado inexplicable. (Risas). Que increíble las formas que toma sin saberlo.
Supongamos por un instante que soy un hombre feliz.

Silencio. Golpea su rostro con una mano y cambia drásticamente las facciones de su rostro. Sonrisa al público.
Cae algo de la mesa y sonríe al publico como no dando crédito a la caída.


-Esa sonrisa idiota que caracteriza a estos engendros alegres. Una simple contracción de los músculos faciales que legaliza el más vivido sentimiento. Cuanto envidio a estos engendros. Tienen pocas preocupaciones y el tiempo les pasa encima de un cóndor. En el disfrute está su velocidad.

Piensa. Agarra el reloj. Modifica sus agujas. De pronto todo vuelve a empezar. El tiempo retrocede y vuelve a ingresar desde la escalera. Baja, deja su sombrero, lo cuelga. Saca un chocolate de su saco. Lo abre sonriendo. Dar un mordisco mirando al publico y sonríe -

♂"El casi Hércules y las lobas"

En una isla verde rodeados de altísimas colinas vidriadas, dos personas de sexo opuesto mezclan sus voces. El hombre, lejos de ser Hércules, le sigue los pasos. La dama está a años luz de ser prima de Julieta. Se los ve sonrientes y la luz del sol refleja en el calcio endurecido oculto por sus labios.
Junto a ellos, una manada de lobas y algún que otra serpiente hablan de sus machos. Viles, incoordinados, excesivamente autodependientes y holgazanes.
Este charlatán urbano es, a simple vista, un modelo de hombre útil. Hay algo en él que dice su ser y parecer. Un perfume pocas veces olido.
Inmediatamente, el grupo huele este aroma, lo que les hace preguntarse el porqué de semejante cantidad de hormonas desperdiciado en un campo infértil que no logra, ni por asomo, superar el canon de belleza de esta selva.
¿Importará la belleza habiendo innumerables terrenos no conocidos? No mienten cuando dicen que los árboles semejantes enredan sus raíces y se agrupan para no caer y mantenerse juntos. Pero ¿qué tal si esa dama es una árbol sorprendentemente florecido a pesar de su coraza desquebrajada? ¿Qué pasaría si ese perfume es compatible con un olfato muy distinto a los actuales?
El grupo no entiende. No comprenden porque se fija en tal esparpajo. A veces cansados de tanto respirar, los hombres prefieren escuchar. Escuchar cosas que sólo vieron en películas. Modelos de mujer que sólo pueden hacerse de barro.
¿Es importante un perfume, un buen peinado y una persona actualizada a los caprichos de hoy o bastaría con una sonrisa sincera, unas ideas frescas y un hombro donde llorar?.

☻"Miradas y pensamientos desde un escalón universitario"

Dolor de espalda. Decido sentarme. Acomodo mi bufanda. Un hombre cruza la calle, bien vestido, llevando un elegante maletín y una larguísima escalera metálica. Algo enrarece su imagen. ¿Será la escalera o será el maletin? Tengo hambre. Pasa un hombre anciano con su nariz ganchuda y un andar pausado. Miro sus pies. Unos pantalones grises piden a gritos tocar los zapatos. Parece no importarle. Estoy cansado. Mis ojos quieren saltar y perseguir a una doncella de andar felino con tapado rosa. Tengo deseos. El paso ruidoso del colectivo los espanta. Vuelvo al hambre. Pasa una niña regordeta caminando junto a su obesa madre. Lleva una enorme mochila que la torna tierna y dulce. Le saco la lengua. Toma la mano de su madre. Espero respuesta. Caminan tres metros, se voltea y me sonríe. Que lindo es hacerlos sonreír. Arrancarles una sonrisa te hace creer mejor persona y una luz clara hace sombra, por un instante, a los problemas, el hambre, el frío y el cansancio. Los secuestra. Miro el reloj. Debo mirarlo una vez mas. Miré pero no ví. Innumerables veces me ocurre. Escucho un nombre y debo repreguntarlo hacia el fin de la conversación. Varias chicas que pasan me miran. Con otro ojos. No envidiosos, no tristes. Lindos. Preguntones. ¿Que hará este chico? ¿Será de aca?. Leo sus ojos. Imagino más preguntas. No. No tengo monedas. Un mendigo pasa pidiendo dinero que iría con destino al jefe de caja de una licorería.Pienso. Conviene ir ante él, darle unos cuantos billetes a cuenta de todos los mendigos que se presenten. El mendigo ahorra cuadras de caminata a sus ya chamuscados y desnudos pies. Sigo cansado. Miro el reloj. Solo una vez. Decido subir a tomar mi clase. Se hizo tarde.